- 1. ¿Qué te llevó a querer entrar en el mundo cinematográfico?
Yo estaba trabajando como periodista, primero en Japón y luego en Estados Unidos, y trabajaba en temas de explotación sexual de la mujer, sobre todo, temas de derechos humanos en general, pero muy centrada en el tema de la mujer. Empecé a tratar el tema de la trata cuando todavía casi no se conocía en 1997, en Nepal, el Himalaya…
En aquella época mis reportaje llegaban muchísimo a la gente y yo que estaba viviendo en Los Ángeles y me preguntaban: ¿oye, y porqué no haces documentales? Y yo les respondía: pues porque no es tan sencillo. Pero yo soy una persona muy autodidacta, nunca estudié periodismo y nunca estudié cine, formalmente, informalmente sí. Entonces me di cuenta de que estaba en la cuna del mundo audiovisual y que era una ocasión perfecta para poder llevar a la “gran pantalla” los temas tan importantes para mí que estaba denunciando.
Lo que ocurrió fue que me ofrecieron trabajar para un documental basado en uno de mis reportajes sobre la trata: “Niñas de Hojalata” y yo fui la entrevistadora para ese documental, también la asistente de dirección y participé como consultora ya que yo conocía bien el mundo de la trata especialmente en Nepal y en la India.
Y ahí fue la primera oportunidad que tuve de trabajar en un documental y recuerdo que me decía Miguel Barden todo el tiempo: “oye, tú tienes que hacer tu propio documental. Porque yo iba todo el tiempo con mi camarita haciendo una especie de “making of” que no estaba programado pero lo hacía por la pasión que yo tenía que recoger esas historias y de repente sentí una pasión enorme por el género del documental, que te permite con una imagen transmitir un sentimiento que llega mucho más a dentro del público que “estas mil palabras” como dice el tópico. Esa fue mi primera incursión, en 2002.
- 2. Cuéntanos, ¿Cómo definirías tu estilo como cineasta y en qué se centran tus trabajos?
Yo no sé si tengo un estilo, lo que sí puedo decirte es que soy una documentalista que intento transmitir la fuerza que hay dentro del ser humano, es decir, yo me enfoco en temas escabrosos. Pero a la vez, lo que yo busco es la luz dentro de la oscuridad que ha vivido esa persona, por eso mis documentales son sobre personas, seres humanos, que han vivido situaciones muy dramáticas pero que al mismo tiempo han sabido sobrevivir, es decir, han sabido salvaguardar su dignidad a través de toda la tortura o la opresión a la que hayan sido sometidos.
Ahora en lo que me estoy centrando es, en ese mismo tema, pero desde la perspectiva del hombre: ¿qué ocurre en el hombre?, ¿por qué hay tantos hombres que explotan sexualmente a las mujeres?, ¿cuál es la raíz de esta verdadera pandemia?
• 3. ¿Qué te impulsó a producir, realizar y escribir “Arenas de Silencio: Olas de Valor”?
Pues precisamente fue cuando estaba en Nepal trabajando en “Niñas de Hojalata”, ahí se plantó una semilla y dije: “yo verdaderamente tengo que hacer esto”. Este documental iba a ser sobre la trata, pero sobre tres aspectos distintos de la trata: explotación sexual forzada a la prostitución, trata laboral y después el matrimonio forzado donde acabas esclavizada. Tenía tres personajes para ello pero lo que ocurrió fue que dos de esos personajes (y más), después de haberles entrevistado y haberles hecho montajes en video con ellas, etc. se echaron para atrás, y para mí es muy importante practicar un documentalismo, o un periodismo, humanista, es decir, aunque alguien me haya firmado los documentos de autorización para contar su historia, si se echan para atrás no me queda mas remedio que aceptarlo.
Entonces lo que hice es centrarme en la figura de Virginia Isaías, que es una mexicana que había sido traficada y forzada a la prostitución, secuestrada primero con un bebe de 6 meses, en Chiapas al sur de México. Lo que ocurrió en el proceso es que yo llevaba ya 15 años trabajando en este tema y le decía a todo el mundo: “tú tienes que contar tu historia porque es la única forma para acabar con esta pandemia, con esta terrible trasgresión contra la dignidad de la mujer”, “rompe tu silencio, no tengas miedo”.
Pero algo estaba resonando dentro de mí y me estaba diciendo: “hay algo dentro de ti que no quieres contar, Chelo”. Y llegó un momento en que algo me desbordó, fue como una especie de gota que desbordó el vaso y tuve que centrarme y concentrarme y enfrentarme a mi propio silencio. De repente me di cuenta de que tantos años trabajando en este tema había una razón detrás de ello y la razón no la descubrí hasta que realmente me tuve que abrir en canal y decir: “bueno, hay algo dentro de mí que yo no me atrevo a confrontar”. Ese silencio, el silencio de un abuso que yo sufrí y que nunca quise traerlo a nivel consciente, ya que como nos pasa a todas las victimas es doloroso cuando lo haces, peor a la vez es la única manera para poder salir de esa condición de víctima, aunque lo tengas enterrado como lo tenía yo. Era algo que estaba conformando mi vida, mis acciones y mi trabajo, todo.
Ha sido algo muy bueno ya que gracias a esa experiencia he podido enfrentarme a ello aunque haya sido muy difícil. No quería ponerlo en la película, trabajando en la sala de montaje con mi editora me decía: “tienes que ponerlo”, a lo que yo contestaba: “no, no, no…”
Pero cuando di el paso de romper mi propio silencio se abrió todo un mundo y creo que el éxito de esta película ha sido que yo haya podido desnudarme y abrir mi corazón conmigo misma y con el resto de las mujeres del mundo. Ya bastaba de pedirle a todo el mundo que contara su historia cuando yo no estaba contando la mía
- 4. ¿Crees que has tenido más dificultades para emprender tus proyectos por el hecho de ser mujer?
Desde que salí de España el hecho de ser mujer no ha sido un problema sino todo lo contrario, excepto cuando viví en Japón 4 años que experimenté el patriarcado total porque es una sociedad muy machista, más que la española si cabe.
Realmente en el mundo documentalista de L.A. hay muchas mujeres y me sentí muy apoyada en ese sentido, no me sentí discriminada.
Creo que he sentido la discriminación más en España de alguna forma. Me doy cuenta de que la producción cinematográfica aquí esta muy copada por hombres. Yo como documentalista independiente en EE.UU. podía funcionar como productora, directora y guionista sin ningún problema, podía conseguir financiación… además de estar integrada en el mundo audiovisual. En España el tema es mucho más burocrático. Las subvenciones, como funciona todo, debes tener una empresa si o si constituida legalmente, es decir, no puedes hacerlo como persona independiente…
Lo que sí que me he dado cuenta, y esto pasa a nivel internacional, es que por ejemplo la mayoría de los festivales de cine están regidos por hombres, y esta es una parte muy importante, esa es la distribución. Los programadores, los que tienen la última palabra, eso ya es un hándicap. Después, las productoras, internacionales también la mayoría están regidas por hombres, entonces, ¿qué ocurre?
Las mujeres nos estamos incorporando al mundo del cine pero lo hacemos más bien a nivel creativo. Hay una especie de conglomerado que hace que aunque haya mujeres a nivel creativo dentro del cine, no estamos accediendo a los puestos de poder a nivel corporativo, que son los que al final mandan, los que rigen el dinero, los que te dan la subvención, etc.
Y es ahí donde yo creo que hay que darle más facilidades a las mujeres para romper ese techo que tenemos y para eso hay que acoger a mujeres en puestos de directivos.
Aquí en España se está iniciando un movimiento muy fuerte liderado por CIMA, que ha hecho muchísimo trabajo con esto, ha conseguido que el ICAA, por ejemplo, en su nivel de puntuación a la hora de valorar un proyecto, de más puntos a aquellos proyectos que tengan mujeres en su equipo. Y eso es algo muy bueno, porque es una forma de animar a las producciones y a los productores a que incluyan mujeres en su equipo, porque así llegará un momento en que no se tenga que animar a los productores, porque esos productores ya serán mujeres. Pero también hay otra organización llamada “Dones Visuals” aquí en Cataluña, que también esta haciendo un trabajo muy bueno, y yo soy parte de ambas
- 5. Por último, ¿qué le dirías a una mujer que quisiese hacer trabajos centrados en los derechos humanos y de la mujer como los tuyos?
Lo primero que le diría es que no se meta a esto por dinero, sino que se meta por pasión. Porque si te metes por pasión que sepas que vas a hacer algo muy grande, muy importante, que vas a llegar a miles de personas y que vas a tener un fruto. A mí me ha pasado con “Arenas de silencio: Olas de valor”, es una película que me costo 8 años hacer y 5 más porque la he llevado “bajo del brazo” como productora de impacto por todo el mundo, a todos los continentes. Los frutos que me ha dado son inconmensurables.
He tenido que trabajar haciendo otros trabajos para poder sustentar el trabajo creativo y la producción del documental. Muchas veces tengo que hacer traducciones, escribo y lo que sea para poder prever este tipo de trabajo. Pero al final, lo que ha ocurrido que es un trabajo que toca almas, toca el corazón de la gente.
Los testimonios que recibo son impresionantes, testimonios que sigo recibiendo hoy. Ahora la película también está en Filmin y en la plataforma de “Mujeres de Cine”. Ha seguido teniendo este impacto en víctimas, en sobrevivientes, en personas que no han sufrido el abuso en primera persona pero que han sido testigos… Se han abierto de una forma después de ver el documental, que incluso diría que ha cambiado la vida a gente joven y estudiantes que han venido a contarme sus historias y después se han ido a denunciar.
Lo más importante para mí ha sido, ya que yo hice esta película para mujeres y víctimas, resulta que lo que he descubierto es que había otro público objetivo digamos silencioso o durmiente que yo no tenía ni idea de que existía y que se ha despertado. Ese publico objetivo han sido hombres, pero además, hombres que ellos mismos han sido autores de agresiones sexuales.
Cuando me han invitado a proyectar la película en cárceles de pronto, estos agresores se han abierto. Algo en ellos ha hecho eco. ¿Esta gente cómo se ha abierto después de ver “Arenas de Silencio”? De pronto han sentido empatía, han hecho una especie de autorreflexión, de que no quieren volver hacer esto más. Algunos incluso me han pedido que les dé un abrazo después de la producción y eso para mí ha sido muy importante, cuando se que él también ha sido a lo mejor autor, porque de pronto me he encontrado que después de haberme pasado la vida denunciando a esos “monstruos”, resulta que también son seres humanos, y se nos olvida que lo son.
No estoy hablando de que tengamos que ir y perdonarles y darles un abrazo “cristiano”, y aquí no ha pasado nada. No, aquí ha pasado mucho y tú tienes que seguir ahí reparado el daño. Pero a lo que me refiero es que si no les vemos como seres humanos, no hay salida al problema, pensamos que no hay remedio, y si no hay remedio, seguiremos siendo víctimas porque seguirán saliendo cada vez más agresores. Ya que estamos alimentando una industria del cine y de los videojuegos con muchísima violencia sexual, naturalizada además, y la sociedad también tiene una responsabilidad con esto.
Un preso me decía: “Tú hablas de reparación pero yo ya estoy en la cárcel, esto ya es bastante reparar, 8 años en la cárcel, ¿no?” y yo le contesté: “No, para nada”. Digamos que la sociedad te ha puesto una pena que tú tienes que cumplir pero la verdadera reparación es cuando tú empiezas a reflexionar sobre el crimen, el delito que has cometido e intentas salir de él preguntándote qué es lo que tienes que hacer para reparar a las víctimas, tanto a las tuyas como a la de los demás. Yo creo que esta es la conversación que tenemos que empezar a tener.
Autora: Isabel Gandía.